Internet ya no es solo un canal de comunicación. Hoy, es la base sobre la que funcionan nuestras economías, servicios de salud, transporte, gobiernos y hasta la vida cotidiana más simple. Desde pedir un taxi hasta operar una central eléctrica, todo depende de una red global que promete ser inquebrantable. Pero, ¿y si un día esa red se apagara? ¿Puede un gobierno, un grupo de poder o incluso una sola persona provocar un apagón de Internet? ¿Qué tan cerca estamos de ese escenario que parecía reservado a la ciencia ficción? La red no tiene un botón, pero tampoco es invulnerable Técnicamente, no existe un “interruptor maestro” para apagar Internet. La red es descentralizada, compuesta por millones de dispositivos, cables submarinos y nodos interconectados. No hay un único punto de control. Pero eso no significa que sea invulnerable. En la última década, varios gobiernos demostraron que pueden afectar seriamente el acceso a Internet, especialmente cuando controlan a los proveedores o la infraestructura crítica de sus países. Apagones reales: del control político a la censura digital En 2011, durante la Primavera Árabe, Egipto desconectó Internet para frenar las protestas contra el régimen de Mubarak. En 2019, Irán bloqueó todo acceso durante manifestaciones por el aumento del precio del combustible, en un intento por esconder violaciones a los derechos humanos. Myanmar hizo lo mismo tras el golpe militar de 2021. Estos ejemplos muestran que, cuando el poder central controla las redes, puede imponer apagones totales: cortando proveedores, bloqueando servidores DNS o desconectando físicamente el país del exterior. La nueva amenaza: decisiones políticas que debilitan la defensa digital El riesgo actual más inquietante no es técnico, sino político. En Estados Unidos, este año se redujeron drásticamente los fondos para agencias clave como CISA —la encargada de proteger la ciberseguridad nacional— y el sistema CVE, que coordina globalmente la detección de fallas en software y hardware. ¿El resultado? Menos vigilancia, menor capacidad de reacción ante amenazas y una infraestructura digital más vulnerable. No hizo falta un ataque externo: bastó con una decisión administrativa para dejar a uno de los países más poderosos sin sus mecanismos de defensa cibernética. Desproteger la red es dejarla a merced del caos Un hospital, un aeropuerto o una planta energética pueden quedar fuera de servicio si no existe un sistema activo que detecte y contenga ataques. Cada minuto sin vigilancia es una ventana abierta para que actores maliciosos lancen ataques devastadores. Desde ransomware hasta sabotajes, el daño puede ser global. No hace falta apagar Internet para hacerla colapsar. Basta con desfinanciar a quienes la protegen. Equivale a apagar la alarma de un edificio justo antes de que empiece el incendio. ¿Entonces, se puede apagar? No, no se puede apagar Internet en su totalidad. Pero sí se puede dañar. Y lo más alarmante: eso puede suceder por voluntad de quienes deberían protegerla. La resiliencia de la red es enorme. Soporta terremotos, guerras y cortes eléctricos. Pero no es inmortal. Si sus anticuerpos digitales se debilitan, si su infraestructura se politiza o se abandona, el escenario impensado se vuelve posible. TAPA DEL DÍA pone sobre la mesa una advertencia necesaria: el apagón de Internet ya no es solo una hipótesis técnica. Es una amenaza política en expansión. Opinión pública: “Internet es como el aire: invisible, imprescindible y en riesgo cuando quienes lo regulan no lo entienden. Hoy, más que nunca, necesitamos que su defensa sea una política de Estado, no una variable de ajuste.” Redacción del Diario Tapa Del Día