La Navidad se acerca y, por primera vez en ocho a&ntilde;os, Natalia Ciak enfrentar&aacute; las fiestas sin su hijo. Joaqu&iacute;n ten&iacute;a 8 a&ntilde;os y fue asesinado el 5 de agosto pasado en la casa familiar de Lomas de Zamora. Desde entonces, su madre vive un duelo que no concede pausas ni alivio. En un testimonio difundido por TN, Natalia rompi&oacute; el silencio y puso en palabras lo que define como &ldquo;la etapa m&aacute;s dif&iacute;cil&rdquo;: el momento en el que el shock se disipa y la realidad se impone con crudeza. &ldquo;Es cuando empez&aacute;s a entender lo que pas&oacute;&rdquo;, explic&oacute;, con la voz quebrada. La mujer fue tajante al referirse al autor del crimen, Alejandro Ruffo, padre del ni&ntilde;o. Sin apelar a excesos ni estridencias, sostuvo que el da&ntilde;o fue consciente y dirigido a lo que m&aacute;s pod&iacute;a lastimarla. &ldquo;Sab&iacute;a que haci&eacute;ndole da&ntilde;o a Joaqu&iacute;n me destru&iacute;a&rdquo;, expres&oacute;. Para Natalia, no se trat&oacute; de un acto impulsivo, sino de una decisi&oacute;n que tuvo como blanco final a su hijo. Lejos de cualquier exposici&oacute;n personal innecesaria, eligi&oacute; centrar su relato en Joaqu&iacute;n. &ldquo;Solo voy a hablar de &eacute;l&rdquo;, repiti&oacute;. Record&oacute; que jam&aacute;s imagin&oacute; atravesar una tragedia semejante y destac&oacute; que su hijo fue profundamente deseado y amado. &ldquo;Perder a un hijo es algo que no entra en ning&uacute;n c&aacute;lculo de la vida&rdquo;, se&ntilde;al&oacute;. El duelo, explic&oacute;, es un proceso lento y desordenado. &ldquo;Es volver a armarme, volver a saber qui&eacute;n soy&rdquo;, dijo. La sostiene una convicci&oacute;n que se volvi&oacute; motor: no permitir que el caso quede relegado ni que la memoria de Joaqu&iacute;n se diluya con el paso del tiempo. En ese camino, dej&oacute; un mensaje directo a otras madres que atraviesan p&eacute;rdidas similares. &ldquo;Somos la voz de nuestros hijos, su &uacute;nica defensa&rdquo;, afirm&oacute;. Y agreg&oacute;: &ldquo;Nada me va a devolver a Joaqu&iacute;n, pero nunca voy a dejar de defenderlo&rdquo;. Esa frase resume la fortaleza que hoy la mantiene en pie. La causa judicial, sin embargo, avanza con demoras. El expediente permanece a la espera de una pericia psiqui&aacute;trica determinante para definir el futuro procesal de Ruffo. As&iacute; lo explic&oacute; Diego Lugones, abogado de Natalia, quien confirm&oacute; que el informe, previsto inicialmente para este a&ntilde;o, podr&iacute;a reci&eacute;n conocerse en 2026. &ldquo;La pericia es vital&rdquo;, sostuvo el letrado. Una vez finalizada, la fiscal&iacute;a deber&aacute; resolver si el acusado ser&aacute; elevado a juicio o si continuar&aacute; internado en un instituto especializado. Mientras tanto, Ruffo permanece alojado en un pabell&oacute;n psiqui&aacute;trico de la Unidad Penitenciaria N&deg;34 de Melchor Romero. De acuerdo a la investigaci&oacute;n, el v&iacute;nculo entre Joaqu&iacute;n y su padre era distante, con antecedentes de destrato verbal. Ruffo nunca declar&oacute; formalmente, aunque ante m&eacute;dicos enviados por la fiscal&iacute;a habr&iacute;a reconocido el hecho con una frase que estremece por su frialdad. <p style="text-align: center;"> Natalia junto a su &uacute;nico hijo, Joaqu&iacute;n. (Foto: gentileza Natalia Ciak). El crimen ocurri&oacute; la ma&ntilde;ana del 5 de agosto. Natalia se hab&iacute;a ido a trabajar y Alejandro qued&oacute; a cargo del ni&ntilde;o. Joaqu&iacute;n nunca lleg&oacute; a la escuela. La ausencia de mensajes encendi&oacute; la alarma y deriv&oacute; en el llamado a la Polic&iacute;a. Horas despu&eacute;s, la escena que encontr&oacute; la madre en su casa confirm&oacute; el peor de los temores. Desde entonces, Natalia convive con una pregunta que la persigue, aunque intenta no culparse: &ldquo;&iquest;C&oacute;mo iba a imaginar algo as&iacute;?&rdquo;. Hoy deposita todas sus expectativas en la Justicia y en que las pericias arrojen claridad definitiva. Opini&oacute;n p&uacute;blica: cuando una causa se dilata, el riesgo no es solo judicial sino social. El paso del tiempo no puede convertirse en un atenuante silencioso. La Justicia tiene la obligaci&oacute;n de actuar con celeridad, porque detr&aacute;s de cada expediente hay una vida truncada y una madre que espera, de pie, que la verdad no llegue tarde. TAPA DEL D&Iacute;A