La interna del kirchnerismo atraviesa una de sus etapas más delicadas y expone, sin filtros, una trama de desconfianzas que ya no se limita a diferencias discursivas. Los recientes episodios ocurridos en Quilmes y Lanús, con manifestaciones protagonizadas por organizaciones sociales, profundizaron una grieta que crece al ritmo de las acusaciones cruzadas. En La Cámpora interpretan que los reclamos impulsados por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y el Movimiento Evita en municipios gobernados por intendentes propios no son hechos aislados. Por el contrario, sostienen que existe una intencionalidad política detrás de las protestas que tuvieron como epicentro dos distritos sensibles en el conurbano sur. El punto de inflexión se dio en Lanús. Desde el municipio que conduce Julián Álvarez señalaron que el reclamo frente al palacio municipal estuvo encabezado por dirigentes del Movimiento Evita local y lo vincularon directamente con el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el espacio político que promueve Axel Kicillof a nivel nacional. Durante la manifestación, un grupo de personas exigió dialogar con el intendente y se produjeron hechos que elevaron la tensión. En el camporismo identificaron entre los participantes a referentes territoriales ligados a Agustín Balladares, ex presidente del Concejo Deliberante de Lanús y dirigente alineado con el esquema político del gobernador bonaerense. Balladares, que en los últimos días compartió actividades públicas con Kicillof, la vicegobernadora Verónica Magario, el ministro Andrés “Cuervo” Larroque y el jefe de Gabinete Carlos Bianco, quedó rápidamente en el centro de la escena. En La Cámpora interpretaron esas coincidencias como una señal política difícil de ignorar. “Lo que pasó en Quilmes y Lanús responde a una movida política del Movimiento Evita, la UTEP y Juan Grabois. Y detrás de todo eso está Axel Kicillof”, afirmaron voces del núcleo duro camporista. Para ese sector, no hay margen para la ingenuidad: consideran que las protestas en diciembre y en distritos propios configuran un mensaje interno. Desde La Plata, sin embargo, bajaron el tono de inmediato. Funcionarios del entorno del gobernador descartaron cualquier vinculación con los hechos y aseguraron que la prioridad está puesta exclusivamente en la gestión. “No vamos a entrar en ese ida y vuelta”, repiten, mientras destacan la construcción política del MDF como un proyecto de alcance nacional, tal como quedó expuesto en el plenario encabezado por Kicillof en Ensenada. En La Cámpora, la lectura es distinta. “Resulta llamativo que en dos días consecutivos se generen situaciones de tensión en municipios camporistas, a pocos días de las fiestas. No parece una coincidencia”, deslizaron, dejando flotando la sospecha de una estrategia deliberada para erosionar gestiones locales. Cerca de Balladares rechazaron esas versiones y hablaron de acusaciones sin sustento. “Kicillof no tiene nada que ver con esto”, aseguraron, y apuntaron contra las administraciones municipales. Según ese sector, el reclamo tuvo un eje concreto: la situación laboral de trabajadores contratados a través de cooperativas. Desde la UTEP explicaron que el conflicto se originó por los ingresos de barrenderos que perciben alrededor de 140.000 pesos mensuales por jornadas de cuatro horas. “La situación es precaria y no hay respuestas del municipio”, señalaron desde el Movimiento Evita, al tiempo que negaron que la protesta haya sido motorizada por la interna política. En Quilmes, la tensión también dejó lecturas cruzadas. En el camporismo volvieron a vincular a Juan Grabois con el esquema político de Kicillof y remarcaron que las críticas del dirigente social apuntaron a la Policía Bonaerense, sin cuestionar directamente al gobernador, responsable político de la fuerza. El escenario refleja un kirchnerismo atravesado por sospechas permanentes, donde cada movimiento es interpretado en clave interna. En ese clima, las diferencias ya no se discuten en voz baja y la disputa por el liderazgo futuro empieza a ocupar un lugar central en la agenda. TAPA DEL DÍA Opinión pública Más allá de las responsabilidades puntuales, los episodios en Quilmes y Lanús exponen un problema mayor: la dificultad del kirchnerismo para procesar sus diferencias sin trasladarlas al territorio. Cuando las disputas internas se confunden con reclamos sociales legítimos, el costo político es alto y el desgaste, inevitable.