La historia de Miguel: producir entre el agua y el abandono en el partido de 9 de Julio PARTIDO DE 9 DE JULIO, BUENOS AIRES — Desde marzo, la persistente inundación que afecta al interior profundo de la provincia dejó a productores y familias rurales sumidos en una rutina de barro, aislamiento y resignación. Miguel Errecarret, un tambero de la localidad de La Niña, es uno de los tantos que siguen resistiendo, aunque cada día se vuelva más difícil. Con los pies hundidos en caminos intransitables, Miguel camina su campo como lo hizo toda la vida. Tiene ganado, ordeña vacas, siembra. Pero esta vez, la imagen del agua que no se va y del futuro que no mejora le cala más hondo. “No la veo fácil, pero voy a pelear hasta el final”, dijo, en diálogo con el medio Bichos de Campo. Y esa lucha diaria —por mantener el trabajo, la dignidad y lo construido— es el verdadero centro de esta historia. El campo de Miguel está bajo agua en un 70%. Eso significa menos pasto, más costos, y un problema logístico que pone en jaque cada día de producción. Porque no solo debe visitar su campo a diario, sino también garantizar que entren los camiones para abastecer de forraje o sacar la leche. “Produzco igual, pero todo es más caro. Todo cuesta más”, lamentó. El único camino por el que puede acceder es, según sus propias palabras, una trampa de barro que trata de no empeorar. “Uso la camioneta, no el tractor. Hay que conservar lo poco que queda. Ese camino lo necesita mucha gente”, explicó. Este no es un evento nuevo para él. Recuerda, casi como una herida abierta, la gran inundación del 2001, cuando producir leche se volvió tan complejo que tuvo que transformarla en masa para muzzarella. Entonces al menos lograban recuperar algo. Hoy, ni siquiera eso es sencillo. El recuerdo de lo que fue La Niña tampoco ayuda. A 40 kilómetros de la ciudad cabecera, el pueblo supo tener una fábrica de Mendicrim, más de 300 trabajadores, vida social, esperanza. Hoy, quedan ruinas y silencio. “Es lo único que sé hacer”, repite Miguel, como un mantra, como un acto de rebeldía frente al abandono. La situación general en el partido de 9 de Julio es desigual. Las lluvias no afectaron a todos por igual, pero en las zonas más bajas el impacto es feroz. Y lo peor es que lo que había que hacer no se hizo: ni obras hidráulicas, ni infraestructura. “Esto es una cachetada más de las tantas que nos vienen pegando la naturaleza y los políticos”, resumió Miguel, sin rodeos. Desde TAPA DEL DÍA, visibilizamos estas historias para que no queden sepultadas bajo el agua y la indiferencia. Son los rostros de una provincia productiva que resiste, pero que necesita mucho más que discursos. Opinión pública: ¿hasta cuándo se puede resistir sin Estado? El relato de Miguel no es una anécdota aislada. Es una postal viva de lo que ocurre cuando las obras estructurales nunca llegan, cuando las crisis cíclicas solo son atendidas con parches. El abandono de la ruralidad profunda no es una metáfora: es el barro literal que pisan quienes alimentan al país. La resiliencia de Miguel conmueve, pero también interpela. Porque resistir no puede ser la única política de Estado. Redacción del Diario Tapa Del Día