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El examen como jaula del pensamiento: una crítica urgente al corazón del sistema educativo

Un ensayo profundo, publicado en exclusiva por TAPA DEL DÍA, pone en jaque la legitimidad del examen como práctica central en la educación. ¿Es posible pensar el saber sin sometimiento? ¿Hasta cuándo seguirá vigente una lógica que mutila la creatividad del estudiante y naturaliza su padecimiento?

  • 05/06/2025 • 12:08

El examen como jaula del pensamiento: una crítica urgente al corazón del sistema educativo

Redacción de TAPA DEL DÍA

Una crítica tan aguda como necesaria irrumpe en el discurso pedagógico contemporáneo: el examen, ese ritual largamente naturalizado en la academia, es puesto en cuestión no como método circunstancial, sino como engranaje estructural del disciplinamiento moderno. Desde la universidad hasta la escuela primaria, este mecanismo —presentado como neutral— condiciona la relación entre docente, estudiante y saber, generando afectos de sufrimiento, culpa y subordinación que raramente se problematizan.

Lejos de ser un simple dispositivo de evaluación, el examen es analizado como un invento moderno que modela subjetividades, cercena la espontaneidad del pensamiento y empobrece la experiencia del estudio. "Hace del libro una jaula", se denuncia en este ensayo, donde se sostiene que el saber queda acotado a lo que el evaluador espera escuchar. No hay lugar para la duda, la deriva ni la interrogación genuina: sólo importa replicar una unidad cerrada, vigilada por la lógica del que "sabe".

El texto va más allá: denuncia una práctica que, más que promover el conocimiento, instala jerarquías, impone silencios y disciplina cuerpos. Se trata de un proceder que reproduce la lógica empresarial dentro de la academia, exigiendo rendimiento, eficiencia y adaptación a cualquier costo. Aquel que no encaje queda descartado.

La escena es conocida: pasillos colmados de estudiantes mal dormidos, repitiendo fórmulas, temiendo olvidar algo, deseando que "no les toque" el peor docente. Dentro del aula, el juicio: una mesa, dos o tres docentes y un alumno solo frente al interrogatorio. Un lenguaje aterrador que no busca comprender sino clasificar. El saber, reducido a una cifra.

En palabras que resuenan con fuerza: “El examen vuelve al libro un cerrajón... Hace que las lecturas otras queden siempre mirando al palco del yo ordenador-evaluador”. ¿Dónde queda entonces la pasión por estudiar? ¿Dónde se refugia el deseo de aprender cuando lo que se impone es el temor al error?

Desde TAPA DEL DÍA consideramos que esta reflexión no es menor. Al contrario, cuestionar la forma en que se construye el vínculo con el saber es cuestionar uno de los pilares sobre los que se organiza la sociedad. Porque el examen, tal como lo conocemos, no es un acto aislado: es parte de una maquinaria que educa para obedecer.

Michel Foucault ya lo advertía: el examen no sólo mide, también produce subjetividades dóciles. Sujetos que aprenden que su palabra vale menos, que deben ser aprobados para tener valor. Es, en este sentido, un dispositivo político, profundamente ideológico, que opera como tecnología de poder al servicio de la domesticación social.

¿Y si el saber no fuera eso? ¿Y si estudiar implicara errar, explorar, apasionarse y crear? ¿Y si pudiéramos pensar otra forma de encuentro entre quien enseña y quien aprende, sin mediaciones de miedo ni notas?

Esta nota —que no es un ataque al sistema educativo sino una invitación a repensarlo— interpela a docentes, estudiantes y autoridades. No se trata de abolir, sino de desnaturalizar. El examen, tal como está planteado, no es el único camino. Es hora de abrir la jaula.


Opinión pública:

“Esta crítica no es solo válida, es urgente. Muchos docentes ya perciben el sinsentido de evaluar desde la presión y el pánico. El sistema educativo debe tener el coraje de reformarse desde la empatía y la creatividad. Mientras sigamos evaluando como en el siglo XIX, formaremos sujetos para un mundo que ya no existe.”