Troilo eterno: el corazón porteño que hizo del tango una patria de todos Redacción del Diario Tapa Del Día Se baja el telón en estas jornadas de homenaje a Aníbal Troilo, y no sin ironía, la Buenos Aires de siempre vuelve a mostrar su doble faz: la ciudad autónoma que exporta figuras políticas a la nación, y la Reina del Plata que aún retiene el alma de sus calles. En mayo de 1975, el Gordo dejó este mundo. El entonces intendente, José Embroni, un nombre fugaz, ni siquiera lo conocía. Pero a Troilo sí lo conocía todo el mundo. Había tocado días antes en un teatro. Estaba cansado. Quería morir, y murió. No sin antes regalar todo lo que le quedaba. “No hay peor gordo que el que no quiere huir”, escribió Benedetti. Y Troilo, acaso sin quererlo, se dejó ir. Zita, su compañera griega, lo abrazó hasta el último aliento. La memoria radial, los archivos televisivos y sus pasos por escenarios como el Colón siguen dando testimonio. Su forma de hablar, su fraseo, la Buenos Aires que se fue. Colectiveros escuchando tango en los noventa. Troilo era eso: la alta cultura mezclada con la calle. Un equilibrio entre lo sublime y lo popular. En una entrevista con María Ester Gilio, reveló su modo de caminar: “un poco al bardo”. Así lo entendía: sin ton ni son, pero con dirección. Amaba a quienes amaban el tango. Era un artista total. No hacía política, pero sabía lo que implicaba no hacerla. Su música fue la de todos: del torturado y del torturador, del militante y del indiferente, del obrero y del comisario. Policlasista, como la Argentina misma. En palabras de Rodolfo Kusch, “con la inteligencia se nos vació el mundo”. Troilo llenaba ese vacío con música, con símbolos, con humanidad. Fue “la máquina compleja de hacer fácil lo difícil”. Y si hoy hablamos de él, es porque no podemos dejar de volver a él. No es nostalgia. Es necesidad. De no haber pasado Troilo por este mundo, al tango le faltaría alma. Él fue y sigue siendo una ciudad entera. Un modo de ver la amistad como política y la música como refugio. Buenos Aires fue más argentina por él. Y hoy lo sigue siendo. Desde TAPA DEL DÍA decidimos recordar al Gordo no con bronces, sino con palabras. Porque todo lo que se llena, se vacía. Y se vuelve a llenar. Como el fueye. Como la vida. Como Buenos Aires. Las fotos con Allende, con Cámpora, con Serrat, con Piazzolla, con Bonavena. Las noches de Caño 14. Las frases de ensayo. La humildad del director de orquesta que decía “usted ponga” y luego corregía con dulzura. Troilo fue oreja, goma y olfato. El arte de contener sin opacar. El sol de un sistema musical y emocional. Si el jazz tuvo a Miles Davis, el tango tuvo a Troilo. A él se llega como se llega al centro de un sistema solar. Es inevitable. Es justo. Es necesario. Redacción: TAPA DEL DÍA – www.tapadeldia.com