La decisión de la Corte Suprema de inhabilitar a Cristina Fernández de Kirchner para cargos públicos reconfiguró de inmediato el tablero político argentino. Mientras el Gobierno de Javier Milei sostiene su relato de orden macroeconómico y respaldo internacional, los indicadores financieros muestran que el temor inversor persiste: el riesgo país se mantiene más alto que en diciembre, a pesar del ajuste fiscal y la tregua cambiaria. En Balcarce 50 lo admiten sin rodeos: «Tenemos apoyo de Estados Unidos y del FMI, pero afuera todavía no creen que el pasado esté terminado». La frase resume el dilema de un oficialismo que presume resultados económicos y, sin embargo, paga el precio de la desconfianza histórica hacia la clase dirigente local. En paralelo, el peronismo encontró en la condena de su líder una excusa perfecta para sellar internas y rearmar la tropa. Gobernadores, intendentes, sindicalistas y hasta movimientos sociales confluyen bajo una causa común: rechazar la proscripción de la exmandataria. La Cámpora y los intendentes del Conurbano sellaron una tregua incómoda, que promete marchas masivas en las calles y listas competitivas en septiembre. La tensión social vuelve a sentirse. Manifestaciones y neumáticos encendidos marcan un pulso de protesta que desafía la estrategia de «calma» del Ejecutivo. Mientras tanto, la oposición dentro del Congreso crece: proyectos de ley que golpean las finanzas públicas pasaron con apoyo de antiguos aliados libertarios, reflejando el quiebre de la frágil mayoría que Milei construyó con parte del PRO y gobernadores dialoguistas. Las especulaciones giran sobre dos interrogantes centrales: ¿Cuánto resistirá Milei sin el blindaje legislativo? ¿Cuán lejos llegará el peronismo unificado si Cristina decide ir a fondo, incluso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? En los pasillos de Tribunales y el Congreso nadie se anima a responderlo. Pero todos miran el riesgo país: para la Argentina, ese número no miente. En esta nueva etapa, marcada por un oficialismo con logros macro que no convencen al mercado y un peronismo que muta de la dispersión a la acción callejera, la sociedad observa con escepticismo. «Las negras también juegan», reconocen en la Casa Rosada, admitiendo que toda movida encuentra su contrajugada en un tablero que vuelve a oler a polarización brava. Diario Tapa Del Día. Opinión pública: En tiempos donde la confianza se construye con resultados visibles y no con relatos, la política argentina enfrenta un dilema clásico: si la economía no traduce sus números en bienestar cotidiano, el vacío lo llenará la calle. Y en la calle, el peronismo siempre supo jugar de local.