TAPA DEL DÍA – Mientras el Gobierno sostiene el superávit primario y asegura el fin de la emisión monetaria, el crecimiento de la base monetaria tradicional revela una dinámica silenciosa que amenaza con alterar el proceso de desinflación. En las últimas semanas, el dólar libre se movió hacia la zona de los $1.300 y las tasas cortas en pesos superaron el 100% nominal anual, en un escenario de tensiones financieras renovadas. El fin de las LEFI –instrumento clave para absorber liquidez bancaria– liberó más de $10 billones, reactivando movimientos abruptos tanto en el mercado cambiario como en las tasas. Si bien el Tesoro absorbió parte de esos fondos con bonos, los pesos excedentes presionan la estabilidad del sistema. Según el último informe de la consultora Econviews, la base monetaria tradicional –compuesta por billetes en circulación, depósitos en cuenta corriente del BCRA y cheques cancelatorios– creció 278% desde la asunción del presidente Javier Milei, superando a la inflación (214%) y también al dólar libre (251%). “Se hablaba de fin de la emisión, pero en los hechos la base monetaria aumentaba todos los días”, advirtió la consultora. El Banco Central había fijado en abril de 2024 un límite a la expansión de la base monetaria amplia, estableciendo un techo nominal de $47,7 billones, equivalente entonces a menos del 10% del PBI. “Este tope permitirá transformar al peso en la ‘moneda escasa’ cuando se introduzca la competencia de monedas”, indicó la autoridad monetaria. Sin embargo, esa definición no alcanzó a contener la expansión del dinero más líquido en la economía real. “La obsesión fue mostrar que no emitían, cuando en realidad sí lo hacían. Incluso parte de los $12 billones transferidos al Tesoro por utilidades fueron utilizados para pagar Lecap, que representan un tercio de la base monetaria”, puntualizó Econviews. Para el analista Salvador Di Stefano, la desaparición de las LEFI movilizó entre $10 y $15 billones que pasaron directamente a las cauciones, generando una caída en las tasas, toma de deuda especulativa y compras masivas de dólares. “También debemos contar los pesos provenientes de la liquidación de la cosecha y del pago de aguinaldos, que fueron dirigidos al dólar”, señaló. El efecto fue inmediato: mayor demanda de divisas, suba de tasas en pesos para contener los excedentes, y reaparición de la volatilidad. “El Gobierno intervino con más firmeza en la curva de futuros y elevó las tasas de corto plazo para frenar la presión sobre el tipo de cambio”, evaluó EcoGo. Desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconocen que el paso hacia un régimen cambiario más flexible podría aportar previsibilidad, pero insisten en la necesidad de políticas fiscales y monetarias más duras para garantizar la acumulación de reservas y el equilibrio externo. El presidente Javier Milei reiteró que “la inflación es un fenómeno estrictamente monetario”, producto de una oferta de dinero superior a la demanda. Sin embargo, los datos muestran que la diferencia entre el aumento del dinero circulante y la inflación todavía es de más de 60 puntos porcentuales, una brecha que podría trasladarse a precios en los próximos meses si no se aplica un nuevo ancla monetaria más efectiva. TAPA DEL DÍA “El desarme de los instrumentos de absorción monetaria, en un contexto electoral, elevó la fragilidad cambiaria”, advirtió Di Stefano. Y aunque el Gobierno se aferra a la meta fiscal, el control de los pesos en circulación parece hoy el mayor desafío para sostener la estabilidad alcanzada en los primeros meses del año. Desde distintos sectores del mercado coinciden en que la política monetaria necesitará un rediseño para cerrar los canales residuales de emisión, frenar la expansión del crédito y evitar que la remonetización derive en una nueva ola inflacionaria. En este contexto, el dólar libre podría estar todavía por debajo del nivel de equilibrio, considerando la cantidad de dinero existente. TAPA DEL DÍA